apenas, de su plumaje, su cuasi redondez. Siente los huesos y siente
que no los siente. Se llena de inquietud, de loca curiosidad. Tira con
firmeza de una pata. El pollito, desde su plumaje amarillo ensangrentado,
pía con desesperación y agudeza casi humanas. El niño le muestra
la pata sangrante a su amigo, quien le ordena en reproche: -¡Pégasela, Pégasela, Pégasela!
"Gerardo Castillo Javier" (Entre Dragones)
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